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AL CHILE: Guía para enamorar mexicanos o cómo ligarse a un mexicano (y no morir en el intento)

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AL CHILE: Guía para enamorar mexicanos o cómo ligarse a un mexicano (y no morir en el intento)

AL CHILE: Guía para enamorar mexicanos o cómo ligarse a un mexicano (y no morir en el intento)

Todo lo que Canadá necesita saber para volver a ser el crush turístico de México:

Durante el Rendez-vous Canada 2025 en Winnipeg, mientras unos sonreían con miradas de madres que esperan al hijo pródigo, otros sonaban con el negocio perfecto y muchos corrían del tingo al tango ofreciendo promesas y futuros prometedores, quedó claro que el turismo mexicano no es solo una estadística con pasaporte: es una oportunidad diplomática, económica y afectiva para Canadá. En este mundo postpandémico donde el visado es el nuevo muro y el algoritmo el nuevo cónsul, el mercado mexicano se revela como ese vecino alegre, dispuesto, entrón y entusiasta al que sólo le falta que le digan: “¡bienvenido, pase usted!”

Acto I: ¿Y tú qué hiciste con nuestro amor?

Érase una vez un país blanco, educado y lejano que se enamoró del turista mexicano.

Y no era para menos: el mexicano llegaba con visa en regla, una maleta de 23 kilos lista para llenarse, dólares listos para gastar, y una ilusión más grande que las Cataratas del Niágara. Viajaba con la familia completa, con la tía que solo come picante, y con la playlist de Luis Miguel sonando en pleno aeropuerto de Vancouver.

En 2023, más de 550 mil mexicanos eligieron Canadá. Gastaron más de 865 millones de dólares en hoteles, cenas con vista a lagos y souvenirs que decían “Moose Crossing” (sin saber qué es un moose, pero sonaba bonito). Eran turistas soñados: se quedaban más, gastaban más, volvían más.

Y entonces… Canadá dijo: “¿Y si les ponemos visa otra vez?”

Acto II: El visado como villano, y el algoritmo como cónsul

En 2024, el regreso del visado fue como una ruptura amorosa por mensaje de texto: abrupto, impersonal, y sin explicación que no sonara a excusa barata.

La caída fue inmediata: de 550 mil a 430 mil visitantes. Se perdió más que flujo: se perdió confianza. Porque al mexicano no le gusta que le cancelen planes, ni que lo miren con desconfianza en migración, ni que lo traten como sospechoso por default. Y mucho menos si ya compró su chamarra pal frío en Liverpool y sus mallones térmicos en Walmart.

Mientras tanto, Canadá seguía promoviéndose con campañas de osos, lagos y gente blanca remando en silencio. Hermoso… pero irrelevante para un país que navega TikTok, sigue a Chingu Amiga, y quiere experiencias con alma, historia, y calor humano.

Acto III: El mexicano quiere Canadá, pero el de verdad

No quiere solo fotos en Banff. Quiere sentir que lo están esperando. Quiere ver auroras boreales y que alguien le explique por qué no se venden en Amazon. Quiere comer algo que no sepa a desayuno continental. Quiere museos con audioguías en español y hoteles que entiendan que “desayuno incluido” no significa un bagel seco.

Viaja en familia, con niños, con suegras, con amigos que dicen “influencer” pero no facturan. No va solo a tomar fotos, va a coleccionar historias. Y Canadá tiene miles. Lo que falta es que las cuente en mexicano.

Acto de pilón: la conectividad aérea (y la promesa del destino)

Dicen que cuando el amor es verdadero, no importan las distancias ni las escalas. Lo mismo ocurre con los viajes: si el destino emociona lo suficiente, el viajero irá, aunque tenga que hacer escala en Marte. Basta ver lo que ocurre con las auroras boreales. A pesar de no tener vuelos directos a Yellowknife o Whitehorse desde México, los viajeros mexicanos —esos románticos empedernidos del turismo— cruzan el continente y dejan los riñones solo para verlas bailar. Lo hacen porque alguien les contó, porque alguien los inspiró. No les importan las conexiones si al final hay magia. Esa es la verdadera lección para quienes diseñan rutas y paquetes: si el producto conmueve, el viajero se encarga del resto.

Diagnóstico con acento y sin rodeos: ¿Qué falla?

1. El visado
No es solo un trámite. Es una declaración de intenciones. Reimponerlo fue un error diplomático y turístico. Si no se revierte, al menos que se humanice. Que haya excepciones, atención personalizada, claridad. Un buen viajero empieza con una buena bienvenida.

2. El colonialismo turístico
Seguimos vendiendo el trío Toronto-Montreal-Vancouver como si fueran los tres Reyes Magos. Y todo lo demás es villancico de fondo. Mientras tanto, lugares como Yukón, Gaspé, Manitoba o Prince Edward brillan por su ausencia en los catálogos.

3. El idioma invisible
No se trata solo de traducir. Se trata de pensar en español. Campañas emocionales, atención en idioma materno, y contenidos que hagan llorar de emoción a la mamá del viajero, no de frustración porque no entiende el menú.

4. El desfase cultural
Canadá cena a las 6, México a las 9. Canadá esquía en silencio, México canta en la fila del telesilla. Canadá entrega folletos, México vive de memes. No es que uno sea mejor, es que hay que saber seducir en el idioma emocional correcto.

Lo que Canadá debería hacer (en vez de mandar otro correo de “We miss you”)

🛂 1. Rehumanizar el visado

Que no sea un muro disfrazado. Automatizarlo para quienes ya han viajado, dar alternativas como el eTA con medidas adicionales y no condicionarlo a la visa americana y claro, ponerle cara humana, no solo checkboxes.

📣 2. Cambiar la narrativa

Basta de lagos solitarios con violín de fondo. Queremos TikToks con emociones, anécdotas, humor y calor. Que digan: “Mira, aquí puedes ver osos y salir vivo”, o “Te llevamos a ver auroras con chocolate caliente y playlist de Maná”.

🚂 3. Vender el otro Canadá

Conectar el norte con la emoción. Churchill, Terranova, Laurentides, Halifax. No todo es capital. Y no todo turista quiere lo mismo. ¿Por qué no vender Canadá como se vende Oaxaca?

🤝 4. Formar y capacitar para acoger (de verdad)

Guías bilingües, hoteleros que hablen español, y agentes que entiendan la cultura del servicio mexicano. El éxito está en los detalles: que no falte el chile, ni el saludo, ni el mapa claro y mucho menos la tragadera de medianoche y el fiestón loco pa aflojar el despecho y encontrar amor, aunque sea fugaz y en lo que se acaban las vacaciones o la visa.

💻 5. Digitalizar bien

Webs actualizadas, funcionales, en español natural (no traducido por Google), y campañas con lógica emocional. Si un canadiense puede hacer un chatbot que hable como Siri, también puede hacer uno que hable como Doña Lucha.

Crear el deseo: el otro marketing

A veces el turista no pregunta por Churchill porque ni sabe que existe. La demanda no surge sola: se inspira. Y el primer paso es contar nuevas historias, mostrar nuevos paisajes, y decir en alto: “Sí, esto también es Canadá y está al alcance de tu vuelo.”

Para eso hay que capacitar a las agencias, actualizar el menú de destinos, y lanzar campañas que hagan soñar con un Canadá que no esté atrapado en el freezer del marketing oficial.

Epílogo: Lo que aprendimos en Winnipeg (y no estaba en el programa)

El mexicano no es turista. Es pariente con corazón aventurero. Quiere regresar, quiere conocer más. Solo necesita saber que es bienvenido, que hay algo más allá del típico tour, y que su idioma no es una barrera, sino una invitación.

Al chile: Canadá tiene el producto. Pero le falta alma en la venta. Y si no le pone corazón, el viajero mexicano se irá donde lo traten mejor… aunque no haya auroras.

Así que Canadá: ponte guapo, aprende a hablar bonito, y di con acento sincero y sin miedo a la salsa:

“¡Pásele, compa, esta también es tu casa!”

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