Conéctate con nosotros

“New York, New York”

rocola-nueva-york-historia-de-la-cancion

La Rocola

“New York, New York”

“New York, New York”

El himno que convirtió una ciudad en un sueño

Pocas canciones han logrado lo que “New York, New York” consiguió: transformar una ciudad real en un estado de ánimo. No es solo una melodía, es una declaración de intenciones, un himno al deseo de empezar de nuevo, de pertenecer, de triunfar. Escrita en 1977 por John Kander y Fred Ebb para la película New York, New York de Martin Scorsese, originalmente fue interpretada por Liza Minnelli, pero alcanzó la inmortalidad tres años después, cuando Frank Sinatra la hizo suya.

Una canción que nació en el cine

En la película, la voz poderosa y teatral de Liza Minnelli daba vida a una mujer que soñaba con la grandeza de la ciudad que nunca duerme. Pero fue Sinatra, con su estilo elegante y su voz de barítono cargada de nostalgia, quien convirtió la canción en una bandera emocional. Su versión de 1980 fue incluida en el álbum Trilogy: Past, Present, Future y pronto se volvió omnipresente en los estadios, en los desfiles, en los bares, en los taxis, en las despedidas del puerto y en cada atardecer visto desde el Empire State.

Cuando Sinatra canta “If I can make it there, I’ll make it anywhere”, resume el espíritu competitivo, esperanzado y brutalmente honesto de Nueva York. No hay indulgencia: solo ganas de sobrevivir y brillar. Era la banda sonora perfecta para los ochenta, la década del exceso, del Wall Street voraz y de la televisión que vendía el sueño americano con luces de neón.

Un retrato sonoro de la ciudad que nunca duerme

Nueva York en la canción no es solo una ciudad. Es una promesa. Cada acorde inicial, con los metales que suenan como un desfile de Broadway, parece decir “bienvenido a la jungla de los sueños”. Es una ciudad despierta a todas horas, donde los taxis amarillos parecen hormigas de luz y las avenidas rugen con energía inagotable.

“New York, New York” suena a los bares de jazz de Harlem, a las marquesinas de Times Square, al frío de Central Park en invierno y al vértigo de subir al Top of the Rock. Pero también huele a pizza grasosa de madrugada, a humo del metro y a café de carrito. Es una ciudad contradictoria, cruel y hermosa, y la canción lo sabe. En cada nota hay algo de arrogancia y algo de esperanza: dos rasgos esenciales del neoyorquino promedio.

El eco cultural

Desde entonces, la canción ha trascendido generaciones y fronteras. Suena en los partidos de los Yankees, en el último día de clases de miles de universidades, en las fiestas de fin de año y en los karaokes de todo el mundo. Cada quien que la canta se convierte, por tres minutos, en un inmigrante simbólico llegando a Manhattan con una maleta llena de sueños.

Ha sido reinterpretada por artistas tan diversos como Tony Bennett, Lady Gaga y Michael Bublé, pero ninguna versión iguala la de Sinatra, porque él no solo la cantó: la habitó. Era su ciudad, su escenario, su público. Él era Nueva York.

Lo que cuenta de la ciudad

Detrás de su glamour y optimismo, “New York, New York” también revela la soledad de quien busca triunfar en un lugar que no se detiene por nadie. La letra es, en el fondo, una plegaria. “These little town blues are melting away” es la confesión de quien deja atrás su pasado provinciano para abrazar la incertidumbre. Y “I want to wake up in a city that doesn’t sleep” es un grito de deseo, pero también de cansancio: Nueva York no te deja descansar, pero tampoco te deja rendirte.

La canción retrata esa tensión entre la promesa y el agotamiento, entre el éxito y el abismo. Por eso sigue siendo vigente. Porque todos, en algún momento, hemos querido “hacerlo allí” para demostrar que podemos hacerlo en cualquier parte.

La herencia

Más de cuarenta años después, “New York, New York” sigue siendo el retrato musical más poderoso de una ciudad. No solo porque la describe, sino porque la explica. Habla de ambición, de esperanza y de esa arrogancia maravillosa que solo una urbe como Nueva York puede inspirar. Cuando suena, incluso los neoyorquinos más cínicos se detienen un segundo a mirar hacia arriba, hacia los rascacielos que siguen desafiando las nubes.

En el fondo, todos tenemos una Nueva York interior. Un lugar donde queremos empezar de nuevo, aunque sepamos que dolerá. Y por eso, cada vez que Sinatra repite ese estribillo glorioso, millones de personas —de México a Tokio, de Buenos Aires a Madrid— sienten lo mismo: ganas de empacar, cruzar un puente y cantar a voz en cuello: “Start spreading the news, I’m leaving today…”

Más de La Rocola

 

Populares

 
To Top