Mundial 2026: Dos mundos, un mismo balón
El estadio es para quien puede pagar; la pasión, para quienes lo ven desde afuera.
Hay países donde el Mundial divide opiniones.
En México, divide tarjetas de crédito.
Bienvenidos al Mundial 2026, la fiesta global del fútbol, el evento donde el mundo entero se reúne para celebrar la pasión, la hermandad, la emoción… y la capacidad crediticia. Porque una cosa es cierta: el balón es redondo, pero la entrada al estadio es piramidal.
El Mundial siempre dijo que era de todos.
Claro. Como el sol, el aire y los memes: disfrútalos… desde afuera.
Escena 1: Los ricos entrando al estadio
Ellos llegan cómodos, perfumados y con boletos que tienen más hologramas que un pasaporte diplomático. Pasan el filtro de seguridad con sonrisa de Mastercard, escuchan un “bienvenidos distinguidos huéspedes”, y suben por escaleras que huelen a madera fina y desinfectante premium.
En la mano llevan una copa de champagne orgánico, en la otra un bolso con el logo del hospitality package, y en la cabeza la idea reconfortante de que pagaron el equivalente a tres meses de renta de un departamento en la Roma por un asiento con vista panorámica.
La experiencia incluye:
– Comida gourmet.
– Barra libre.
– Lounge climatizado.
– Regalo conmemorativo.
– Y la sensación de estar en un evento que no es fútbol, sino networking con gradas.
Sonríen, se toman fotos, levantan la copa, dicen “qué bello el Azteca renovado”.
Ignoran que abajo, siete kilómetros más al sur, un mexicano está vendiendo su colección de jerseys para ver si junta para un Category 4… de un partido que ni sabe cuál es.

Escena 2: Los pobres entrando a la sala de la televisión
Mientras tanto, el otro Mundial —el que sí es verdaderamente “de todos”— comienza en las plazas públicas, en las taquerías, en las salas de las casas donde se juntan diez personas en un sillón de tres asientos.
Ahí llegan los verdaderos héroes: los fans que sortearon la tómbola de FIFA sólo para ser rechazados con la frase más devastadora del siglo XXI:
“No ha sido seleccionado en el Random Draw.”
Lejos de la barra libre, ellos disfrutan su experiencia premium:
– Agua de limón (sin limón).
– Tacos de suadero de 3×10.
– Televisión con interferencia porque el vecino no paga el cable.
– Y un comentario que es patrimonio cultural:
“Yo quería ir al Azteca, pero con esos precios mejor pago la luz atrasada.”
Y no falta el optimista que dice: “Ni modo, será para el 2030”, sin saber que para entonces los boletos incluirán un crédito hipotecario de regalo.
Escena 3: El algoritmo que decide tu destino
En el Mundial de los pobres, uno reza para que su equipo gane.
En el Mundial de los ricos, uno reza para que su tarjeta pase.
Pero en el Mundial de los mexicanos comunes, uno reza por algo más absurdo:
¡Que el algoritmo de FIFA no te castigue!
Porque nada más humillante que inscribirte a la tómbola mundialista con ilusión, disciplina y esperanza… para terminar asignado a “Campeón de Oceanía vs Tercero del Grupo H, martes a las 14h en Kansas City.”
Uno quería ver a México, pero FIFA te dice:
– “No, amiguito, pero aquí tienes un partido experimental entre selecciones que sólo tú y su familia saben que existen.”
Y tú lo pagas porque “es ahora o nunca”, aunque al final del día tengas que explicar por qué gastaste 400 dólares en un encuentro que ni aparece en el simulador del FIFA 24.

Escena 4: El Mundial Social
Pero no te preocupes: México pensó en todo.
Para que nadie se sienta excluido, se lanzó el monumental proyecto del “México 2026 Mundial Social”, que básicamente consiste en poner pantallas gigantes en plazas, canchas rehabilitadas, torneos barriales y actividades culturales del tipo “píntale un balón a la patria”.
El mensaje implícito es hermoso:
“Tú no vas al estadio, pero te ponemos la fiesta afuera. ¡Misma emoción, cero dólares!”
Y mientras el aficionado mexicano mira el partido desde la explanada municipal, con una michelada que pesa más que su dignidad, en el estadio un turista canadiense comenta:
– “Qué atmósfera tan vibrante tienen aquí.”
Sí, vibrante como una tarjeta declinada.
Escena 5: Dos Mundiales, una misma ilusión
Porque al final, México 2026 será así:
El Mundial de los Ricos:
– Butacas tapizadas.
– Champagne.
– Aire acondicionado.
– Boletos que cuestan como un semestre de universidad.
– Influencers diciendo “qué experiencia tan espiritual”.
El Mundial de los Pobres:
– Sillón viejo.
– Tele desafinada.
– Pantalla gigante en la alcaldía.
– Tacos al pastor.
– Y una alegría que no cabe en la cartera, pero sí en el corazón.
El primero se vive en dólares.
El segundo se vive en volumen alto.
Y aunque duela, la verdad es esta:
los ricos vivirán el Mundial desde el estadio… y los mexicanos desde la resiliencia.

Epílogo
Cuando termine el torneo, los ricos guardarán su boleto conmemorativo en una caja fuerte.
Los pobres guardarán su camiseta falsa comprada en el tianguis.
Y la historia recordará algo simple:
El Mundial quiso unirnos… pero la tómbola, la reventa y el dólar se encargaron de recordarnos que en México, hasta el fútbol tiene zona VIP.

