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La Guelaguetza 2025: “Entre tlayudas y facturas… y un posible gato encerrado”

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La Guelaguetza 2025: “Entre tlayudas y facturas… y un posible gato encerrado”

La Guelaguetza 2025: “Entre tlayudas y facturas… y un posible gato encerrado”

Tragicomedia turística sobre el gasto público, la recaudación… y el baile de los números

Introducción

Hubo baile, hubo tequio, hubo orgullo. Y cómo no hubo cuentas: 162.12 mdp invertidos y 57.05 mdp recuperados rumbo al Fondo Guelaguetza. Hasta aquí, boletín impecable; a partir de aquí, sobremesa nacional con su lema favorito: cuentas claras, amistades largas. No afirmamos nada, pero la duda se sienta a la mesa con servilleta en el cuello.

Acto I: La cifra que encendió la conversación

La versión oficial fue nítida: 162.12 mdp en total. Siete dependencias: 45% a arte y cultura, 28% a ferias y promoción, 27% a logística. Para unos, inversión estratégica; para otros, una cumbia contable. El Excel no baila, pero aquí marca el ritmo.

Acto II: “Se recuperaron 57” (no 35)

Ingresos directos: 57.05 mdp entre boletaje, impuesto al hospedaje y accesos a ferias (incluida la del Mezcal). El destino suena loable reconstrucción; la transparencia, mejor con lupa desde el origen, no solo al final de la función.

Acto III: La defensa oficial: “no es para ganar, es para ser”

Cultura al frente: la Guelaguetza no busca utilidades ni solo turistas; es derecho cultural y reencuentro de pueblos. En caja puede faltar, en identidad sobra. O como dicen las abuelas: lo comido por lo bailado.

Acto IV: La réplica crítica: números flacos, facturas gordas

La segunda voz señala costuras: malas cuentas, gestión ineficiente, proveedores de siempre y pagos inflados en sonido, escenarios y espectáculos masivos. Que la fiesta siga, sí, pero con reglas claras: contratos públicos en formato abierto, comparativas de precios, auditoría independiente y un porcentaje mínimo directo a comunidades (artesanas, cocineras, músicos). Identidad sí; caja chica, no.

Acto V: La otra cifra que presume el gobierno: la derrama

144,655 visitantes, 82.24% de ocupación, gasto diario de $2,081 y $639.94 mdp de derrama, más $55.1 mdp de la Feria del Mezcal. Bien el discurso; mejor el método. Del dicho al hecho hay un trecho que se recorre con anexo técnico, microdatos y cómo exactamente se estimó cada peso.

Acto VI: El mapa del gasto (versión compacta)

La lista es larga pero clara: Lunes del Cerro, artistas en espacios masivos, logística/sonido/escenarios, Feria del Mezcal, presentaciones locales, ferias artesanales (moles, tejate, café, alebrijes), actividades deportivas y proyectos como el Sendero de los Nahuales. Para cuentas profesionales, contratos profesionales.

Acto VII: La cuenta de pérdidas y ganancias… públicas

Con 162.12 gastados y 57.05 recuperados, la recuperación directa ronda 35%; la brecha es de ~105 mdp. Con 144,655 visitantes, el costo público equivale a ~$1,121 por visitante. ¿Mucho o poco? Depende si se mira como promoción-país, política cultural o taquilla. A más de uno se le levantó la ceja.

Acto VIII: El libreto de los bandos

A favor: preserva lenguas y bailes, posiciona la marca Oaxaca, la recaudación ayuda a la reconstrucción, la derrama llega a hoteles, mercados y artesanas.
En contra: opacidad percibida, conciertos caros, espectáculo sobre comunidad y un “no cuadra” que exige auditoría. Al buen entendedor, pocas palabras.

Acto IX: El precio del aplauso (o la economía del ánimo)

El Lunes del Cerro habría costado $30.8 mdp para 44,000 asistentes (≈ $700 por asiento con dinero público) y generado ~$22.4 mdp en boletaje (≈ $509 por asiento). Fiesta que vende entradas, sí, pero su centro es simbólico. No por mucho madrugar amanece más temprano: sin metodología sólida, la polémica vuelve cada julio.

Acto X: ¿Y ahora quién debe qué?

Con ingresos destinados al Fondo Guelaguetza, queda probar valor público: ¿qué llegó en pesos contantes a delegaciones y oficios? Publicar proveedores, contratos y métodos de cálculo bajaría el volumen del sospechosismo. A falta de palabra, papel y firma.

Epílogo

La Guelaguetza 2025 dejó el mismo sabor que una tlayuda bien servida: abundante, querida… y con la cuenta en disputa. Quien la mida solo por taquilla dirá que perdió; quien la vea como política cultural dirá que ganó; y quien la vive cada julio recordará que no todo lo importante pasa por la caja.Para 2026, el reto no es apagar el baile, sino cuadrar las cuentas con luz y taquígrafos; de lo contrario, todos seguirán pensando que hay gato encerrado.

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