Tren Maya: Mitos y realidades
Cuando la expectativa va en primera clase… y la realidad va en el cabús
Hay megaproyectos que nacen para cambiar la historia y otros que nacen para cambiarnos el humor. El Tren Maya pertenece a la segunda categoría: un monumento a la ingeniería, al presupuesto… y al humor involuntario.
Porque, admitámoslo: no todos los días un país construye un tren de 1 500 kilómetros que logra la hazaña de mover más titulares que pasajeros. Y esa, querido lector, ya es una forma de éxito. Rara, pero éxito al fin.
Vamos a diseccionar este fenómeno turístico–ferroviario con bisturí fino, ironía gruesa y datos contundentes.
1. EXPECTATIVA:
“Va a mover 74 000 pasajeros al día.”
REALIDAD:
“Con suerte llena dos camiones Turistar.”
La cifra oficial era poética: 74 000 pasajeros diarios. Una avalancha humana recorriendo la selva, llenando estaciones, revitalizando pueblos…
La realidad se apareció como cuñada sin avisar: 3 200 pasajeros diarios.
Ni un concierto de Timbiriche Reunión.
Es el único tren en la historia donde hay más soldados cuidándolo que gente usándolo. Una relación pasajero–militar que ningún país del mundo había solicitado.

2. EXPECTATIVA:
“Los pueblos originarios serán los beneficiados.”
REALIDAD:
“Los pueblos originarios se enteraron… cuando escucharon pasar el tren.”
Lo dijeron en todos los discursos: empleos, conectividad, artesanos vendiendo como nunca.
Y sí, el tren pasa.
¿Pero para llegar a él?
En muchos pueblos hay que tomar taxi, combi, triciclo, Uber pirata y rezarle a Chaac.
El tren quedó tan lejos de las comunidades que parece que lo pusieron donde cayó el dardo en un mapa. Resultado:
El tren pasa → vibra la tierra → se levantan las gallinas → y no pasa ningún turista.
3. EXPECTATIVA:
“Será ecológico, moderno, respetuoso.”
REALIDAD:
“Si los árboles fueran votantes, esto sería un golpe de Estado.”
Mientras el marketing hablaba de tren verde, los reportes hablaban de otra cosa:
- 7 millones de árboles talados
- cenotes atravesados
- cuevas perforadas
- y autoridades ambientales… detenidas en “modo avión”.
Es la ironía ecológica del siglo:
El tren verde dejó la selva más desnuda que turista europeo en Tulum.

4. EXPECTATIVA:
“Será la locomotora económica del sureste.”
REALIDAD:
“Es la locomotora… pero del gasto público.”
Los números no mienten, pero sí lloran:
Ingresos estimados: 525 millones
Gastos operativos: 6 300 millones
Definitivamente no se llama “Tren Maya”:
Se llama Tren Maya… pero de dinero.
A esta velocidad, para que el tren sea rentable necesitaríamos:
- 25 años
- 74 000 pasajeros reales
- o que alguien venda boletos a 8 000 pesos, tipo concierto de Taylor Swift.
5. EXPECTATIVA:
“Será la forma ideal para que los turistas recorran el Mundo Maya.”
REALIDAD:
“Los turistas aún no saben si es tren… o marketing.”
Muchos turistas ni sabían que el tren existía.
Otros llegan a la estación y dicen:
“Ok… ¿y ahora quién me lleva a Chichén Itzá?”
Porque el gran secreto de este proyecto es que no hay transporte de última milla.
Bajas del vagón y empieza la versión tropical de Elige tu propia aventura:
- Taxi caro
- Mototaxi improvisado
- Caminar en pleno sol
- O rendirte y tomarte una selfie para “aprovechar el viaje”.

6. EXPECTATIVA:
“El Tren Maya es símbolo de progreso.”
REALIDAD:
“Es símbolo… de que la tragicomedia mexicana sigue invicta.”
Al final, el Tren Maya es un espejo enorme.
Refleja lo que somos como país:
Capaces de soñar en grande, ejecutar a medias, promocionar como campeones… y reír para no llorar.
Porque sí: el tren está bonito, moderno, cómodo.
Pero los pueblos siguen esperando que les llegue el turismo.
Los turistas siguen esperando que llegue el transporte.
Y el presupuesto sigue esperando que alguien le explique qué pasó.
EPÍLOGO FERROVIARIO
En resumen: el Tren Maya funciona, pero funciona mejor como guion tragicómico que como sistema turístico integral.
¿Tiene solución? Por supuesto.
¿Requiere estrategia real, conectividad, restauración ambiental y cerebro? También.
Mientras llega ese capítulo, aquí seguimos:
Viendo pasar el Tren Maya…
Y esperando que un día llegue la realidad que nos prometieron en la estación.

