“Los chinos ya vienen… o eso dicen”
El manual del autoengaño turístico mexicano
Prólogo: el nuevo sueño de jade
Desde hace meses, el país repite una fantasía con acento mandarín: los chinos llegarán. No mañana, claro, pero pronto, dicen los boletines. Los imaginamos recorriendo Pueblos Mágicos, sonriendo frente a fachadas coloniales, pagando con el celular, comprando artesanías, y posteando “México mágico 🇲🇽✨” en WeChat.
El problema es que el espejismo tiene calendario… y el calendario no perdona.

Acto I: el calendario del absurdo
Supongamos que México, sensato por primera vez, decidiera aplicar cinco proyectos piloto. Solo cinco. Ni uno más.
Cinco Pueblos Mágicos a los que realmente se les dé presupuesto, infraestructura, capacitación, conectividad, baños, señalización, traducción, marketing, y lo más complejo de todo: coherencia operativa.
Cinco Pueblos Mágicos que, además, aprendan a convivir con la palabra estándar, esa que en México causa alergia.
Cinco Pueblos donde las tarjetas pasen, el QR funcione, el baño cierre, y el recepcionista no confunda el mandarín con un platillo del menú.
¿Cuánto tiempo tomaría eso?
Los optimistas dirían 12 meses.
Los realistas: 36.
Los que han gestionado algo público en México responderían: “Si Dios quiere, antes del próximo sexenio.”
Acto II: anatomía del milagro pendiente
Para llegar a ese escenario casi celestial, el país tendría que cumplir una lista que parece más un milagro de múltiples etapas:
- Infraestructura mínima funcional.
No hablamos de autopistas de seis carriles, sino de baños que funcionen, drenajes discretos, Wi-Fi estable, y calles que no parezcan campo minado.
Tiempo estimado: 6 a 8 meses por pueblo. - Capacitación turística real.
No el curso de tres horas con PowerPoint de “Calidez en el servicio”.
Hablamos de entrenar a guías, hoteleros, meseros, taxistas y policías en atención multicultural, protocolos de recepción, y emergencias médicas.
Tiempo estimado: mínimo 12 meses, con seguimiento. - Implementación tecnológica.
Integrar Alipay, WeChat Pay, UnionPay y sistemas de traducción automática profesional.
No en teoría, sino en campo.
Tiempo estimado: 8 a 10 meses, suponiendo voluntad (palabra rara en el sector). - Estandarización hotelera y restaurantera.
Reglamentos de higiene, horarios flexibles, protocolos de limpieza, y amenities que no parezcan de motel de carretera.
Tiempo estimado: 6 meses para diagnóstico, 18 para corrección. - Marketing realista.
No es hacer un video con dron y música de guzheng, sino crear campañas en plataformas chinas con KOLs verificados, traducciones correctas y gestión de reputación digital.
Tiempo estimado: 9 meses, más mantenimiento constante.
Conclusión:
El proyecto mínimo viable para recibir turistas chinos con dignidad requiere, siendo generosos, entre 24 y 36 meses.
Si se empieza hoy, México estaría listo en 2028.
O sea: justo cuando hay otro sexenio, otro presupuesto, otra moda y otro sueño.

Acto III: el síndrome del anuncio
Pero aquí la tragicomedia alcanza su clímax:
Antes de planear, ya se anunció. Antes de capacitar, ya se presumió. Antes de que llegue un turista, ya hay rueda de prensa.
Es el síndrome clásico del turismo mexicano: el anuncio como sustituto del avance.
Mientras se imprimen banners con caracteres chinos mal traducidos (“Bienvevido al pueblo magíco”), el baño sigue sin agua y el datáfono sin señal.
El país sigue confundiendo intención con ejecución, foto con gestión, discurso con política pública.
Acto IV: la cruel paradoja
El mercado chino no espera.
Cada año que México tarda en alistarse, otro país le roba la atención con algo tan simple como funcionalidad.
Mientras nosotros todavía discutimos si poner Wi-Fi en los kioscos “no afectará la estética del patrimonio”, Tailandia, Malasia, Australia y Francia reciben millones de viajeros chinos con sistemas de pago nativos, guías en mandarín y menús adaptados.
México, mientras tanto, celebra “intercambios culturales”, organiza conferencias sobre “el potencial del mercado asiático” y firma convenios que terminan archivados junto a los folletos del Tianguis Turístico Beijing 2025.
Epílogo: el vuelo que no llega
Algún día, quizás en 2028 o 2030, un avión charter despegará de Shanghái rumbo a México lleno de turistas curiosos.
Verán videos de los Pueblos Mágicos y sonreirán.
Y cuando aterricen… la terminal estará en remodelación, el transporte no sabrá a qué hotel llevarlos, el POS marcará “error de conexión”, y el guía —entusiasta pero improvisado— pedirá que “usen efectivo mejor”.
El hechizo se romperá antes de empezar.
La magia no se improvisa.
Y menos cuando se pretende exportar.

Si México realmente quiere seducir al viajero chino, debe dejar de construir discursos y empezar a construir baños.
Dejar de hablar de “mística” y hablar de logística.
Y entender que un mercado no se conquista con selfies diplomáticas, sino con operación impecable a las 3 de la tarde en un martes cualquiera.
Hasta entonces —pongamos 2028, siendo optimistas— sigamos practicando lo que mejor sabemos hacer:
organizar conferencias, imprimir folletos y prometer que “ya casi estamos listos”.
Y así, entre QR que no leen y baños sin agua,
la tragicomedia mexicana sigue en cartelera:
“Los chinos ya vienen… pero México aún está en obras.”

