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Sustentabilidad, la gran mentira con folleto bonito

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Sustentabilidad, la gran mentira con folleto bonito

Sustentabilidad, la gran mentira con folleto bonito

Tragicomedia nacional en cuatro actos y un epílogo sin compostaje

En México, la sustentabilidad turística no se construye con acciones, sino con discursos bien vestidos, sellos verdes, letreros inspiradores y PowerPoints floridos. Lo que alguna vez fue una promesa de futuro se ha convertido en escenografía, producto premium y sobre todo en justificación. He aquí su historia, contada como debe ser: en actos… y con carcajadas que duelen.

Acto I: El orgasmo verde del PowerPoint

Todo comenzó con un clic.
—Necesitamos turismo sustentable —dijo alguien en traje planchado, con aire acondicionado a 17° y fondo de jungla en JPG.
—Queremos un México que conserve su riqueza natural —agregó otro, desde el foro “Green Future Summit”, patrocinado por refrescos y cemento.

Desde entonces, la sustentabilidad turística se volvió el condón del capitalismo turístico mexicano: evita las culpas, no los embarazos de hoteles ilegales.
Y como buen condón, casi nadie lo usa… pero todos lo mencionan.

Cada sexenio inventa su color: verde esperanza, verde selva, verde dólar.

Acto II: Nace el hotel ecológico… y muere la selva

Entra escena:
“El Santuario de la Tierra Sagrada Luxury Eco Resort & Rooftop Bar”, un oasis para el alma, con spa de cenote intervenido, restaurante de cocina ancestral reinterpretada por chefs de Coyoacán, y tiendas de campaña con aire acondicionado, minibar y espejo antivibras.

—Usamos materiales locales —dicen.
Y sí, el concreto es del mismo banco de piedra que acabó con la colina de al lado.
—Tenemos energía solar —agregan.
Pero el generador de diésel suena como cumbia en boda ejidal.
—Cuidamos el agua —afirman, mientras limpian los filtros del jacuzzi con agua potable.

La naturaleza no desapareció: se transformó en “amenidad”.

Acto III: El turista eco-consciente… con filtro Valencia

Llega en vuelo directo desde Berlín, Toronto o Polanco. Trae su termo Stanley, su look yoga-chic y un trauma existencial que vino a sanar con cacao y peyote de oferta.
—Estoy aquí para reconectar con mi ser interior —dice, mientras exige habitación con vista al mar… que ya no existe.

Camina por la comunidad local como quien recorre un museo viviente:
—¡Mira qué auténtico ese niño descalzo!
Le toma una foto, le da una moneda y sube la historia con:
#GivingBack #CulturaViva #VolunturismoConCausa

Al tercer día se aburre. No hay mezcal de pitahaya fermentada. No hay WiFi en el ritual. No hay reseñas en TripAdvisor del chamán.
Se va al Hard Rock.
—Ahí también tienen copal.

Acto IV: El Estado mexicano y su sello “Todo Bien”

Aquí entra el Estado.
Grandioso. Verborréico. Coqueto.
Con su programa estrella:
“México, Destino Sustentable 2030: Porque Decirlo Cuesta Menos que Hacerlo”.

Otorga el Sello Verde Platino Triple Orgullo Nacional a cualquier desarrollo que:
• Plante cinco árboles frente al hotel.
• Separe la basura (aunque termine en el mismo tiradero).
• Ponga una hamaca en la recepción y contrate a una señora otomí para saludar a los gringos.

Mientras tanto, autoriza megaproyectos en zonas protegidas, desaloja pueblos y convierte ríos en tubos.

Pero no hay problema: todo tiene compensación ambiental en PDF.

Epílogo: Cuando todo es sustentable, nada lo es

El telón cae, pero el show sigue.
Las selvas siguen desapareciendo entre discursos floridos.
Las comunidades siguen sonriendo para la foto… y comiendo lo que quedó del brunch.
El jaguar ya no ruge, pero lo imprimieron en las toallas del hotel.
Y los ríos… bueno, los ríos ahora corren dentro de parques temáticos.

En las reuniones turísticas de alto nivel se sigue hablando de “conciencia ecológica”, con la misma convicción con la que se pide otra ronda de vino chileno en copa compostable.

Porque en México, la sustentabilidad turística se convirtió en un disfraz:
uno que oculta la explotación con eslóganes bonitos,
que pone plantas en la entrada mientras detrás se talan hectáreas,
que vende autenticidad como souvenir y llama “progreso” a la desaparición de todo lo que no cabe en el paquete premium.Y al final, la naturaleza no colapsa con un meteorito.
Colapsa con un folleto.
Con una junta.
Con un retreat de yoga sobre suelo sagrado.
Con cada selfie que dice “yo cuido el planeta”…
mientras pisa su cadáver.

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