AFEET aplaude Josefina promete y la realidad no cambia
Entre ovaciones medidas, frases motivacionales y estadísticas en clave rosa pastel, la Secretaría de Turismo de México lanzó el Comunicado 111/2025 como si fuera la piedra angular de una revolución de género en la industria turística. Josefina Rodríguez Zamora, al frente del estrado, habló de mujeres que viajan, que deciden, que emprenden… mientras AFEET aplaudía con diplomacia y los canapés circulaban sin interrupción. Pero más allá del tono triunfal y las promesas de “renacimiento con igualdad”, la realidad laboral de miles de mujeres en el turismo mexicano sigue pareciéndose más a una telenovela mal escrita que a un plan nacional de equidad. Esta columna es una tragicomedia sobre ese aplauso institucional que suena bonito, pero no paga la renta.
Josefina Rodríguez Zamora, secretaria de Turismo, inaugurando el VIII Congreso Internacional de AFEET 2025 en la Universidad Anáhuac. Al fondo, la pantalla proclama: “El futuro del turismo ya llegó”. La escena parecía sacada de un folleto institucional de ensueño: globos, sonrisas y un eslogan futurista en pantalla gigante. Era 13 de junio de 2025 y la Secretaría de Turismo de México desplegaba toda su artillería de optimismo en el Comunicado 111/2025. ¿El motivo? Celebrar los 50 años de la Facultad de Turismo y Gastronomía de la Universidad Anáhuac y de paso inaugurar con bombo y platillo el VIII Congreso Internacional de la Asociación Femenil de Ejecutivas de Empresas Turísticas (AFEET). Sobre el estrado, la secretaria Josefina Rodríguez Zamora irradiaba entusiasmo; sus palabras, bañadas en ese tono rosa institucional, prometían un futuro turístico brillante y equitativo.

Desde el primer párrafo del comunicado oficial, el lenguaje cebado de clichés dejaba claro el tenor de la fiesta. Hablaba de “generaciones de líderes, visión global y compromiso social” forjadas en la universidad, como si en lugar de un centro educativo estuviéramos ante la fábrica de superhéroes del turismo. La retórica se antojaba tan pomposa que bien podría haber sido guion de una telenovela titulada “Corazones en Acapulco”: “Aquí converge todo lo que corresponde al conocimiento, pero más allá, también el corazón hacia el turismo”, declaró la funcionaria. ¿El corazón hacia el turismo? Casi puedo ver a la estatua de Porfirio Díaz derramar una lágrima de emoción kitsch desde algún vestíbulo de hotel cinco estrellas.
Pero el platillo fuerte vino aderezado con equidad de género. Rodríguez Zamora destacó el papel de las agremiadas de AFEET para impulsar una industria “inclusiva, donde más mujeres viajan, más mujeres emprenden y más mujeres deciden”. La frase suena a slogan de campaña publicitaria: “¡Mujer, viaja, emprende, decide!”. Uno casi esperaría verla impresa en una tote bag repartida en el congreso, junto con un kit de “turismo empowerment” patrocinado por alguna aerolínea. Con cifra en mano, la secretaria presumió que en los principales destinos de playa las viajeras ya superan en porcentaje a los varones, ¡52.4% de mujeres turistas en Cancún! (y 53.1% en Los Cabos, 54.9% en Puerto Vallarta). Al parecer, tener un par de puntos porcentuales más de mujeres bronceándose en la Riviera es ahora indicador de progreso social. ¿Brindamos con margaritas rosa por ese dato?

La narrativa oficial continuó con tono triunfal. “Las mujeres están viajando más y buscan experiencias auténticas, sostenibles y equitativas”, aseguró la secretaria, pintando la imagen de una turista woke que entre surf y mezcal artesanal también hace activismo de género en su Instagram. Añadió, sin escatimar grandilocuencia, que en México se vive “una revolución de género” en el sector turístico, nada menos que un “renacimiento turístico con igualdad” donde el país se vuelve “equitativo, sostenible y lleno de oportunidades compartidas” gracias a AFEET. Las palabras sonaban tan rimbombantes que casi podían hacer eco en las pirámides de Teotihuacán. Un renacimiento con igualdad, ni más ni menos, como si Juana de Arco hubiera cambiado la armadura por un traje sastre color coral para liderar tours inclusivos en Cancún.
Llegados a este punto, cualquiera pensaría que el patriarcado fue derrocado a golpe de conferencias y cócteles en la terraza del hotel sede. Pero hagamos una pausa turística para mirar el panorama real detrás de la prosa dorada. Porque sí, el comunicado es tragicómico no solo por su exceso de almíbar retórico, sino por el abismo entre el discurso y la realidad. Mientras la secretaria hablaba de “revolución de género” entre aplausos, afuera muchas trabajadoras del turismo mexicano seguían viviendo en modo survival, sin tanto atisbo de renacimiento.
Empecemos por las cifras frías, que cuentan una historia menos fotogénica. Es verdad que el turismo es terreno ampliamente femenino: el 57.4% de las mujeres trabajadoras de México está empleado en la actividad turística, según un estudio del Centro Anáhuac. En otras palabras, más de una de cada dos mujeres que trabajan en este país lo hacen en turismo. Ellas son el rostro sonriente en la recepción, la voz amable al teléfono de reservas, las manos que tienden la cama impecable en el cuarto de hotel. Sin ellas, la industria simplemente se paraliza. Sin embargo, ser mayoría numérica no se traduce en poder ni condiciones dignas por arte de magia. De hecho, cuando se sube la escalera corporativa, la presencia femenina se va adelgazando más rápido que la espuma en un cappuccino. En las grandes empresas turísticas, hoteleras, aerolíneas, grupos aeroportuarios, solo 1 de cada 9 puestos de presidencia de consejo está ocupado por una mujer. Uno de nueve. Para encontrar a una presidenta en este sector hay que jugar a ¿Dónde está Wally? versión CEO. La “revolución” de la que hablaba Sectur, al parecer, no alcanzó la suite ejecutiva del piso más alto.
Lo irónico es que mientras el boletín celebra que “más mujeres deciden”, en la práctica pocas deciden en los altos mandos. Las mujeres abundan en turismo, sí, pero sobre todo en los cargos que implican sonreír mucho y cobrar poco. Representan cerca del 45.6% de la planta laboral hotelera, cocinan en las cocinas, limpian en las limpiezas, atienden en las agencias… pero a la hora del salario, ¡sorpresa!: la brecha persiste. Según datos del IMSS, solo el 3% de las trabajadoras turísticas gana salarios por encima de 10 UMAs (Unidades de Medida y Actualización, la referencia de ingresos en México), y aun esas pocas afortunadas ganan en promedio un sueldo 1.4% inferior al promedio nacional. O sea, ni las mejor pagadas llegan a la “media”. El resto, la inmensa mayoría, subsiste con salarios bajos, propinas inciertas y contratos eventuales. Hablar de “oportunidades compartidas” en este contexto suena a sarcasmo involuntario. Las oportunidades, de momento, no se están compartiendo parejo que digamos.
Las condiciones laborales reales pintan un cuadro menos instagrameable que el presentado en la conferencia. Más de la mitad de las mujeres trabajadoras mexicanas está en la informalidad (sí, sin contrato, sin seguro, sin estabilidad). En turismo, sector famoso por la temporalidad y la subcontratación, esta precariedad es pan de cada día. Muchas de las camaristas, meseras, cocineras o guías operan en la franja gris de la economía sumergida, encadenando temporadas altas y bajas, cuál montaña rusa salarial. Y cuando cae la noche (o termina el turno), les espera la segunda jornada. En México, las mujeres realizan 2.5 veces más trabajo doméstico no remunerado que los hombres. Así que esa “revolución de género” de la que alardea el comunicado quizás sí sucede, pero en casa, cuando tras atender turistas toca atender a la familia y al hogar sin descanso. ¿Renaissance turístico con igualdad? Más bien una eterna doble jornada con cafeína.
Mientras en el estrado de la Universidad Anáhuac los discursos proclamaban un nuevo amanecer, la propia fotografía del evento contaba otra historia entre líneas. Junto a la secretaria posaban los anfitriones académicos: el rector Cipriano Sánchez y el director de la Facultad José Ángel Díaz, ambos muy trajes y corbatas, flanqueando a las lideresas de AFEET (María Magdalena Saldívar, Luz María Moyano, Claudia González y compañía). La imagen resultaba simbólica: hombres en el protocolo, mujeres en la “foto de género”. Es fantástico que exista una “Asociación Femenil de Ejecutivas de Turismo” liderada por mujeres brillantes. Lo que sería más fantástico es que en cada hotel, en cada consejo de administración y en cada secretaría ya no hiciera falta poner el adjetivo “femenil” por delante, porque la igualdad se da por hecha. Lamentablemente, por ahora esas siglas AFEET siguen siendo necesarias, son un recordatorio de la brecha que sigue ahí, maquillada pero viva.
El tono ácido y satírico con el que abordamos esta situación no le quita gravedad al asunto. Más bien, busca resaltarla. Es tragicómico, por ejemplo, que el gobierno presuma de que “el futuro del turismo ya llegó” cuando muchas trabajadoras sienten que siguen atrapadas en el pasado. Un pasado de roles tradicionales, techos de cristal y desigualdad de manual. La Secretaría de Turismo enfoca su discurso en las viajeras (¡faltaba más, el cliente ante todo!), pero ¿qué hay de las trabajadoras? Es como si en una obra de teatro aplaudiéramos el vestuario y olvidáramos a los actores que sudan detrás del escenario. La brecha de género en turismo no se resolverá con comunicados optimistas ni con congresos llenos de frases motivacionales, sino con políticas concretas: igualdad salarial, guarderías para madres trabajadoras, sanciones al acoso laboral (porque de eso tampoco se habló en el coctel, ¿verdad?), capacitación y ascenso sin sesgos, y un largo etcétera de tareas pendientes.
Al final del evento, seguramente corrieron el vino mexicano y los canapés gourmet. Brindis, sonrisas, foto oficial. Quizá alguien citó a Sor Juana o a Frida Kahlo para rematar con solemnidad progresista. Afuera, entretanto, una guía de turistas regresaba sola de un recorrido, contando sus propinas. Una recepcionista tomaba el metro hacia su segundo empleo. Una chef terminaba su turno preocupada por quién recogería a sus hijos de la escuela. Esa es la otra cara del turismo en México, la que no sale en la foto, la que no cabe en la fanfarria del comunicado 111/2025.

En tono de tragicomedia, porque reír para no llorar es especialidad mexicana, cerramos esta columna con un brindis agridulce. Brindemos, sí, por los 50 años de aquella facultad y por las mujeres que abrieron camino. Pero brindemos también porque algún día los discursos de igualdad dejen de ser pura escenografía y se vuelvan realidad concreta. Que el “futuro del turismo” que ya llegó no sea un espejismo de PowerPoint, sino un presente donde las mujeres, desde la ejecutiva hasta la camarista, tengan de veras las mismas oportunidades, el mismo respeto y la misma remuneración. Y ojalá que entonces no haga falta una nota oficial para celebrarlo, porque será lo normal y no la noticia. Hasta entonces, queridos lectores, aquí seguiremos, aplaudiendo con ironía cuando nos venden fantasías, y alzando la voz, y la ceja, para que la igualdad no se quede en turismo de papel.
