Puerto Rico a través de Francisco Blanch
Vivir boricua: una conversación con Francisco Blanch, director de ventas de Descubre Puerto Rico
Entrevista realizada por Jesús Alonso, director general de Travel Report, en los estudios de televisión de Travel Report, Ciudad de México.
Desde el primer instante, el clima queda claro. “Saludos, México”, dice Francisco Blanch con cadencia caribeña que suena a invitación. Frente a él, cámaras encendidas; detrás, décadas de oficio vendiendo destinos. La charla fluye sin prisas para responder lo esencial: por qué Puerto Rico engancha —en especial al viajero mexicano— y cómo esa promesa se sostiene con estrategia, producto y una defensa firme del agente de viajes.
Una vida armando experiencias
Antes de Descubre Puerto Rico, Blanch pasó por receptivo, hotelería y aerolíneas “importantísimas”. Su escuela fue crear momentos: tours de selva, vuelos en aviones antiguos, un DC‑3 llegando a lugares remotos; lagunas con flamencos; pescado a la brasa cocinado frente al viajero y un coco recién bajado de la palma para añadir “ron o whisky”. Esa suma de detalles convertidos en memoria explica su seguridad al hablar de la isla que ha vendido más de veinticinco años.
El canal que lo sostiene
Si hay columna vertebral, es el canal de agencias. Para Blanch, el agente “hace una labor encomiable: se arriesga, trabaja durísimo y merece respeto”. De esa convicción se desprende una estrategia completa: formación, premiación y evangelización con hoteles, operadores y atracciones para que entiendan el canal y paguen la comisión que corresponde, incluso elevándola cuando es necesario. Nada de discurso vacío: su equipo promete responder en menos de 24 horas.
Herramientas que convierten
La defensa del canal se vuelve tangible con el Programa de Especialistas: un curso entretenido que se completa en aprox. dos horas (se puede pausar). Graduarse abre el programa de puntos: cada noche vendida suma y las experiencias también. La redención es directa —estadías, renta de auto o mercancía—, “sin laberintos”. Dato que pesa en el mostrador: en el último año se redimieron más de US$2 millones. Además, una app pone folletos, fotos y videos en el teléfono para enviarlos al cliente al instante.
Estados Unidos en clave caribeña
Blanch lo resume así: “Puerto Rico es Estados Unidos en el Caribe”. A la facilidad operativa de EE. UU. se suma una herencia española de 500 años trenzada con influencias taína y africana. De esa mezcla nace algo que “no es solo un gentilicio”: “vivir boricua”. Viene de Borinquen, explica, y condensa alegría, música, calle y buena mesa.
Lo que busca el viajero mexicano
En ese código, el mexicano se siente en casa: vida social, compras, ritmo. La broma se vuelve argumento de venta: “la fiestita y la compresita” tienen fondo —calle viva, cultura y gastronomía— y no se quedan en la superficie. Vender Puerto Rico, sugiere, es vender estilo de vida, no solo habitaciones.



Conectividad que suma
La accesibilidad es clave. Blanch celebra “la gran noticia” de Aeroméxico, que comienza a volar a Puerto Rico el 29 de octubre. Además, Copa alimenta la isla vía Panamá; conexiones por Miami, Orlando, Nueva York y Denver multiplican opciones con vuelos diarios de aerolíneas estadounidenses. La ventaja operativa: cualquier vuelo de EE. UU. a San Juan es doméstico; no se repite aduana ni inmigración al conectar o regresar al continente.
Puentes atlánticos y regionales
Al otro lado, Iberia opera doce vuelos semanales Madrid–San Juan. En la región, Avianca vuela Bogotá y Medellín; y JetBlue, con base en San Juan, opera a diario San Juan–Medellín–San Juan. La red permite combinar destinos y armar itinerarios híbridos para diferentes perfiles.
Más que sol y playa
El cliché dura poco: Puerto Rico no se vende como siete días frente a la misma playa. Primero, porque no es una sola isla, sino un archipiélago con 124 islas e islotes. Segundo, porque su naturaleza compite sola: tres de las siete bahías bioluminiscentes del planeta están aquí, y la de Vieques es “la más brillante del mundo” (Guinness).



Fenómenos que sorprenden
El Yunque es el único bosque del sistema forestal de EE. UU. fuera del continente. Los vientos alisios que suben por la montaña alimentan más de 43 ríos. El tercer río subterráneo más largo del mundo talló las cuevas de Camuy. Y en la isla de Mona, el “Galápagos boricua” revela fauna endémica. Todo invita a moverse, no a encerrarse.
Calle, autopistas y mesa
La isla se vive a cielo abierto: autopistas cuidadas, más de 4,000 restaurantes y más de 300 hoteles. La gracia está en salir, convivir, comer bien y sumar capas: paisaje + cultura + gente. Ahí se entiende el atractivo real.
Por qué el agente importa
En la era de la reserva en línea, Blanch no duda: en la pandemia, los agentes trajeron a la gente de vuelta y recuperaron dinero. La frase queda para el archivo: “No hay viajes sin agente de viajes”. Para sostenerla existe un portal profesional con el curso, contenidos y materiales listos para compartir.
Autenticidad como ventaja
Frente a otros destinos del Caribe o playas de México, la ventaja competitiva es la autenticidad. No solo patrimonio o paisaje; también libertad de movimiento, tranquilidad para desplazarse e interacción real con el puertorriqueño. Lo habitual, dice, es que el visitante se quede con ganas de volver.
Impacto en territorio
No todo pasa en San Juan. Pueblos pequeños y emprendedores reciben apoyo: quien convierte su casa en hospedaje o invierte en motorhomes para explorar la naturaleza. Descubre Puerto Rico educa, da herramientas y eleva estándares de servicio para que la hospitalidad boricua se sostenga en procesos, y no solo en la sonrisa.
Sostenibilidad con arraigo
Aquí la sostenibilidad es práctica. El Green Path (“paso verde”) es un portal con cursos para aprender y consumir con sentido: artistas en boga, espacios culturales, barrios por descubrir. Ponce, por ejemplo, ciudad pequeña con 18 museos y 40 edificios históricos. Y está la cultura cotidiana: piraguas, frituras a pie de playa, bomba y plena que se aprenden mirando y moviéndose. La consigna: aprender, consumir, recibir y dar.
Hospitalidad que sorprende
¿Qué se lleva el primerizo? La hospitalidad. El gesto práctico: explicarte una dirección y asegurarse de que llegues; acompañarte si hace falta, invitarte a la mesa. En un mundo que cuenta “imperdibles”, Puerto Rico también se mide por encuentros.
Bitácora del primer viaje (la lista viva)
Su guía arranca en el Viejo San Juan: caminarlo con calma, entender su trazo orientado 10° al este para atrapar los alisios y asegurar sombra alterna al amanecer y atardecer; cerrar con un tour gastronómico que explica más de 100 recetas con plátano macho y el café de montaña impulsado por corsos y mallorquines. Sigue La Placita de Santurce: chinchorreo, baile en la calle, ron y buena mesa. Luego, día de playa hacia islas cercanas en catamarán o lancha para subrayar que esto es un archipiélago.
Naturaleza y adrenalina
La noche es para la bioluminiscencia: tres bahías y la sensación de dibujar luz con el cuerpo en el agua. Al día siguiente, Camuy: cuevas moldeadas por el río subterráneo. Después, La Parguera, pueblo pesquero de pescado fresco sin artificios. El Yunque sumará senderos de diversos niveles, aves endémicas y una orquídea diminuta que obliga a mirar de cerca. Y para acelerar el pulso, Toro Verde en Orocovis: tirolesa de 1.6 km que roza los 100 km/h. El cierre es Ponce, ciudad colonial con agenda cultural. ¿La número diez? “Volver a Puerto Rico”.
MICE e incentivos
Como destino de reuniones, convenciones e incentivos, Puerto Rico juega con ventaja. Alrededor de 45 hoteles cuentan con salones de gran formato; el Centro de Convenciones, moderno y envidiable, ha hospedado citywides. A pasos, el Distrito T‑Mobile suma 10 restaurantes, teatro y sala de conciertos para programas sociales completos. El ecosistema permite trabajar y celebrar sin complicaciones.
Mirada a cinco años
El futuro se escribe con proyectos ecoambientales y una hotelería que crece sin masificación ni primera línea de playa, siempre con acceso al mar y respeto al entorno. En cinco años, Blanch ve a la isla consolidada como destino de experiencias auténticas en un lugar privilegiado del Caribe. No es salto, es continuidad: cuidar lo que enamora y mejorar lo que funciona.
La charla termina como empezó: con hospitalidad. La invitación se repite: vengan a Puerto Rico. Puede ir la pareja, la familia o quien viaja solo; hay hoteles diversos, restaurantes para todos, carreteras que invitan a salir y gente que te hace sentir en casa. Para el lector —y para el agente que convertirá lectura en reservación— queda una idea simple: vender Puerto Rico es contar historias que se viven en la calle, poner el cuerpo en el paisaje, comer bien y bailar mejor. La estructura —curso, puntos, app, respuesta rápida, comisiones claras— facilita el cierre y sostiene la promesa.
La práctica del “vivir boricua”
Por eso “vivir boricua” no cabe en una definición: se practica. Se caminan callejones sombreados del Viejo San Juan, se escucha a un plenero, se brinda con ron en la Placita, se nada en un mar que brilla, se cruza un valle a cien por hora y se regresa a la mesa por café de montaña. Entonces se entiende, sin subrayados, que no hay viajes sin agente de viajes; y que tampoco hay viaje sin esa mezcla de calle, naturaleza y mesa que Puerto Rico ofrece con una sonrisa franca. El resto —rutas, frecuencias, puntos, folletos— es la ingeniería invisible que hace posible la magia. Borinquen, boricua, Puerto Rico.

