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El mexicano y su amor por EE.UU

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¿Por qué el mercado mexicano hacia EE. UU. no se cayó (y quiénes son los que siguen viajando)?

El mexicano y su amor por EE.UU. Mientras el mundo habla de un “desplome” del turismo hacia Estados Unidos, los datos muestran que México camina a contracorriente: más viajes, más cruces, más resiliencia.

El mito del desplome

El mundo habla de crisis. Los titulares anuncian una “caída histórica” del turismo hacia Estados Unidos. Sin embargo, los datos dicen otra cosa. Mientras las llegadas internacionales bajaron –3.8 % entre enero y julio de 2025, el mercado mexicano creció 13.9 % en el mismo periodo.

En medio del pesimismo global, México camina en sentido contrario.

Las razones de la resiliencia mexicana

  1. Millones de visas vigentes y renovaciones simplificadas: El viajero mexicano tiene un privilegio logístico: visas B1/B2 y Border Crossing Card válidas por diez años. Además, la exención de entrevista para renovaciones dentro de 12 meses de vencimiento mantiene viva la movilidad de millones de personas.
  2. Frontera terrestre y viajes cotidianos: El turismo mexicano no se mide solo en vuelos. En 2024 hubo más de 13 millones de cruces turísticos por tierra, y en 2025 el flujo se mantiene fuerte en puntos como Laredo, El Paso y San Ysidro. Se trata de un turismo de cercanía —compras, salud, visitas familiares— que resiste titulares y tensiones políticas.
  3. Un tipo de cambio más amable: Con un peso firme durante buena parte de 2025 (alrededor de 18.5 por dólar), los viajeros de clase media y alta conservaron poder adquisitivo y capacidad de gasto. Frente a la inflación europea, Estados Unidos sigue siendo el “viaje predecible”.
  4. Conectividad aérea y terrestre constante: Aeroméxico, Viva Aerobus, Volaris y aerolíneas estadounidenses han mantenido o ampliado rutas desde ciudades secundarias mexicanas. A ello se suma una red carretera que convierte al cruce fronterizo en un acto casi cotidiano.
  5. 5. Motivos de viaje más sólidos: El turismo mexicano responde menos al ocio y más a la familia, las compras y los eventos. La diáspora de 37 millones de personas de origen mexicano mantiene un corredor emocional y económico que ningún ciclo político puede romper.

Quiénes sí viajan

  • El fronterizo frecuente, que cruza cada semana por compras o salud.
  • El VFR (visiting friends & relatives), que no cancela porque el viaje es afectivo.
  • El shopper y fanático de espectáculos, que busca outlets, conciertos o deportes.
  • El ejecutivo del nearshoring, que mezcla negocios y ocio.
  • Y el viajero experimentado, con visa y dominio del sistema, que ignora la retórica de miedo.

Los titulares y la realidad

El discurso de “mano dura” confunde migración irregular con turismo legal. En 2025, los cruces indocumentados bajaron, pero los viajeros con visa siguieron moviéndose con normalidad. El turista mexicano distingue protocolos de control de los discursos políticos. Lo que para la prensa es tensión, para él es rutina.

Los que dejaron de viajar

Sin embargo, existe otro México: el que sí se detuvo. Son familias de clase media emergente que antes podían costear un viaje cada dos o tres años y hoy enfrentan barreras crecientes: pérdida de poder adquisitivo, alzas en hospedaje y transporte, largas citas para visa y temor ante los controles fronterizos.

Muchos no renovaron su documento, no por falta de deseo sino por la percepción de dificultad. En ciudades del interior —León, Puebla, Mérida o Chihuahua— viajar a Estados Unidos pasó de aspiración a trámite complicado.

A ello se suma una generación joven sin visa, más digital y con preferencias por destinos latinoamericanos sin papeleo.

El mexicano que no viaja al norte no perdió el interés, perdió el acceso.

Conclusión: la excepción mexicana

Para la prensa global hay “desplome”. Para México, hay resiliencia. El vínculo geográfico, familiar y comercial sigue siendo más fuerte que cualquier narrativa política.

La estrategia para 2025–2026 debe centrarse en facilitar renovaciones, segmentar mensajes y reforzar la percepción de cercanía y confianza.

Porque más allá de las cifras, hay una verdad que no cambia:

México y Estados Unidos no solo comparten frontera; comparten destino.

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