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La Pastora: indignación y oportunidad de cambio

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La Pastora: indignación y oportunidad de cambio

La Pastora: indignación y oportunidad de cambio

Un sueño que terminó en pesadilla

La Pastora nació en 1985 como un parque público con un zoológico que pretendía ser un refugio para la fauna y un pulmón para el área metropolitana de Monterrey . El gobierno estatal compró los terrenos y creó más de un millón de metros cuadrados de áreas verdes para uso recreativo y educativo . Cuatro décadas después, las imágenes de la osa Mina desnutrida y con úlceras provocaron la clausura temporal del recinto por parte de la Profepa y pusieron al descubierto el deterioro de un proyecto que se volvió sinónimo de abandono . Este recinto, antaño orgullo de la comunidad, hoy representa negligencia y abandono.

Gestión sin rumbo

La administración de La Pastora se reparte entre Parques y Vida Silvestre de Nuevo León y el Consejo de Administración de Parque Fundidora. Esta duplicidad ha permitido que las responsabilidades se diluyan y que no exista una cadena de mando clara. Tras el escándalo, el patronato destituyó al coordinador del zoológico y la Profepa documentó que no había expedientes médicos ni protocolos de manejo. Lejos de asumir su responsabilidad, Bernardo Bichara —presidente del consejo ciudadano— calificó la clausura de politizada y anunció acciones legales .

El drama animal

La Pastora no alberga solo a Mina. Monty, un elefante africano que perdió a su madre, vive aislado y en condiciones que no favorecen su desarrollo . El parque sufre de sobrepoblación: en 2023 las autoridades reconocieron que había 257 animales por encima de su capacidad y que la infraestructura era insuficiente . Activistas han denunciado estrés, hacinamiento y negligencia. La desaparición de archivos médicos y de protocolos de atención confirma que la institución ha antepuesto la exhibición a la ética.

Ciudadanía y presión social

Ante la crisis, colectivos como Unidos por Guadalupe a La Pastora AC pidieron que el Gobierno estatal retire la administración al patronato de Fundidora y la ceda a Parques y Vida Silvestre, argumentando que carece de capacidad para operar un zoológico . Señalan que la remodelación del parque ha sustituido áreas verdes por concreto, lo que incrementa el riesgo de inundaciones y degrada el hábitat natural . No es casual que Fundidora haya anunciado que devolverá 91 animales a la Profepa y que dejará de recibir ejemplares: más que un acto altruista, parece una maniobra para evadir responsabilidades . La indignación pública evidencia un cambio generacional en el trato hacia los animales y la exigencia de transparencia.

Amparo y cortina de humo

En lugar de enmendar errores, el patronato emprendió un juicio de amparo para revertir la clausura. La demanda, interpuesta el 6 de octubre de 2025, alega violaciones al debido proceso y busca una suspensión provisional que les permita reabrir el recinto . La Profepa respondió que la medida se mantendrá hasta que se garantice el bienestar de los ejemplares y se implementen los protocolos inexistentes . Mientras litigan, el zoológico permanece cerrado pero la Villa comercial sigue operando y visitantes desconocen la clausura . El parque alberga unos 600 animales de unas 103 especies y al menos 91 provienen de Profepa , pero el consejo insiste en que el caso de Mina es aislado y que devolverán los ejemplares en custodia . Incluso llegaron a ocultar los sellos de clausura con botes de basura, demostrando que la prioridad no es la transparencia sino la imagen .

Hacia un futuro digno

La clausura de La Pastora debe ser una oportunidad para reimaginar el rol de un zoológico en el siglo XXI. Exigir la reapertura sin cambios sería perpetuar el maltrato y la negligencia que vimos en el caso de Mina. Lo que Nuevo León necesita es un centro de conservación con personal capacitado, monitoreo veterinario constante, instalaciones adecuadas y rendición de cuentas.

La participación de universidades, organizaciones civiles y expertos en fauna silvestre podría convertir este espacio en un referente de educación ambiental y rescate. La reacción ciudadana demuestra que la sociedad ha evolucionado y no tolera la indiferencia hacia los animales. Si el amparo prospera sin reformas, perderemos una oportunidad histórica; si, en cambio, se impulsa la profesionalización y se destierra la opacidad, La Pastora podría dejar de ser motivo de vergüenza y convertirse en un símbolo de cuidado y dignidad.

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