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Tianguis Turístico 2025

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Sacarse la “rifa del tigre”: la tragicomedia del Tianguis Turístico de México


Imagina que ganas una rifa cuyo premio es un tigre de Bengala vivo. Al principio suena exótico y prestigioso, pero pronto descubres que mantener al tigre cuesta un dineral, requiere cuidados constantes y puede devorarte si lo descuidas. Algo así les sucede a las ciudades y estados de México con el Tianguis Turístico: un evento que todos quieren ganar para presumir, pero que al organizarlo suele convertirse en una pesada carga – la famosa “rifa del tigre” en versión turística. Acompáñame a descubrir cómo funciona esta peculiar lotería en la que salir ganador es, muchas veces, salir raspado.

Cada año, México celebra su gran feria turística nacional, el Tianguis Turístico, donde miles de compradores y expositores se reúnen para ligarse a la secretaría, chupar a costa del erario, cortar listones, tomarse la foto y –por supuesto– si se acuerdan… hacer negocios. Por décadas fue un evento sin domicilio variable: de 1975 a 2011 siempre se realizó en Acapulco, al grado que muchos lo conocían simplemente como el Tianguis Turístico de Acapulco.

Acapulco: del monopolio al berrinche histórico

Por más de 36 años consecutivos Acapulco tuvo el monopolio del Tianguis Turístico. El evento nació en los años 70 precisamente para promocionar el glamour del Acapulco dorado ante el mundo, y vaya que funcionó. Acapulco se convirtió en sinónimo del Tianguis; era su anfitrión natural e indiscutible. Sin embargo, en 2011 llegó la sorpresa: la Secretaría de Turismo federal, entonces encabezada por Gloria Guevara, anunció que el Tianguis dejaría de ser privilegio Acapulqueño y “saldría de gira” por otros estados. Aquello fue tomado casi como una afrenta local: hubo protestas, desplegados en periódicos y hasta una batalla legal. El ayuntamiento de Acapulco presentó una controversia constitucional para frenar la mudanza del tianguis, logrando inicialmente una suspensión temporal. Por unos meses, la Suprema Corte puso en pausa la convocatoria que invitaba a otros estados a postularse sede. Pero al final, la balanza se inclinó: la Corte desechó la queja de Acapulco y dio luz verde para que en 2012 cualquier estado compitiera por el evento. Acapulco, herido en su orgullo, tendría que soltar a su “hijo predilecto”… al menos por un tiempo.

El Tianguis Turístico 2012 efectivamente se fue de casa: la sede inaugural itinerante fue Puerto Vallarta–Riviera Nayarit. Dicen que en Acapulco corrieron lágrimas (y alguna que otra amenazante ola), pero también se encendió la mecha de la operación retorno. No pasó mucho para que los políticos guerrerenses movieran sus influencias. Ante la insistencia del gobernador de Guerrero (Ángel Aguirre) y del alcalde Acapulqueño, el gobierno federal cedió: en 2015, el presidente Enrique Peña Nieto decretó que, de ahí en adelante, Acapulco sería sede del Tianguis cada dos años de forma fija. Es decir, ni tan itinerante el asunto: un año en “ciudad por definir”, al siguiente de vuelta al puerto – como ese hijo que se independiza, pero regresa cada fin de semana a la casa de mamá. Así, Acapulco recuperó su lugar (al menos alternado), y seguramente abrazó de nuevo al tigre pensando: “me extrañaste, ¿verdad?”.

La carrera por la sede: ¿competencia justa o dedazo?

Oficialmente, los años en que el Tianguis no se hace en Acapulco, cualquier estado de la República puede alzar la mano para ser anfitrión. La Secretaría de Turismo lanza una convocatoria formal, las entidades interesadas preparan un bonito dossier con sus centros de convenciones, conectividad aérea, número de cuartos de hotel, atractivos turísticos, alucines y demás credenciales, y un comité técnico evalúa quién cumple mejor los requisitos. Sobre el papel, parece un concurso meritocrático: por ejemplo, para la sede de 2018 compitieron Sinaloa (Mazatlán), Querétaro y Jalisco, y tras revisar todos los indicadores habidos y por haber, Mazatlán ganó por unanimidad.

Pequeño detalle: no siempre los destinos concursan; a veces los concursan. En buen español: les “piden el favor” voluntariamente a fuerzas – y el favor incluye recibir al tigre, alimentarlo, sonreír en la foto… y luego pagar la cuenta.

Sin embargo, México es México, y la política nunca anda ausente. Detrás de bambalinas, se suele decir que la sede se decide tanto en Los Pinos (bueno, ahora Palacio Nacional) como en las oficinas de Turismo. ¿Qué tan útil es tener contento al presidente o a la secretaria del ramo? Pregúntenle a la gobernadora de Baja California, Marina del Pilar Ávila, quien al anunciarse que Tijuana/Rosarito serían sede 2025 no habló tanto de “capacidad instalada” sino que agradeció de corazón el apoyo del presidente Andrés Manuel López Obrador para obtener la designación. Es una escena común: el político local ganador presume su logro no solo como triunfo turístico, sino como espaldarazo del gobierno federal. Y los que pierden, aunque oficialmente se les aplaude su “profesionalismo” en la postulación, por lo bajo quizá sospechan que no tenían las conexiones adecuadas en la capital. Al final, como en un sorteo arreglado, el verdadero premio es caerle bien al gran jurado político o quizás no quedarse con el tigre.

El costo de la fiesta: pan, circo y deudas

Montar el Tianguis implica gastos fuertes por adelantado que a veces no se recuperan con creces. Las sedes suelen endeudarse en mejoras: que si remodelar el malecón, pintar las fachadas de la ciudad, inaugurar museos a la carrera o ampliar aeropuertos. Todo para impresionar a los visitantes VIP durante tres o cuatro días. ¿Y después? Después queda la resaca financiera y la esperanza de que, gracias al evento, lleguen más turistas en el futuro… cosa difícil de medir. No por nada algunos consideran ganar la sede casi como “sacarse el tigre” – un honor que devora presupuestos y puede causar indigestión administrativa.

Récords, reflectores y realidad

Eso sí, durante el Tianguis todo es bombo y platillo. Cada edición es presentada como “la más grande de la historia” en algo. Es infalible: siempre se rompe algún récord, ya sea de países participantes, citas de negocios agendadas o volumen de tequilas brindados (bueno, ese no oficialmente). Por ejemplo, Acapulco presumió en 2017 haber reunido delegaciones de 88 países, cifra nunca antes vista, hasta que la Ciudad de México la superó con 90 países en 2023. En 2025, con sede binacional Baja California–San Diego, se anunciaron 88 mil citas de negocios realizadas en solo cuatro días – sí, leyó bien: ochenta y ocho mil reuniones, como para que cada agente de viajes hubiera agendado encuentros hasta en sus horas de sueño. Los boletines de prensa eufóricos nos hacen creer que el Tianguis es poco menos que la solución mágica a todos los problemas turísticos: que de ahí saldrán inversiones millonarias, nuevos vuelos, desarrollos hoteleros y quién sabe, ¿tal vez hasta el próximo presidente de la república? (total, varios andan por ahí saludando).

La realidad tras los reflectores suele ser menos glamurosa. Muchos acuerdos firmados se quedan en fotografías y buenas intenciones que no siempre aterrizan en proyectos concretos. Si siquiera el 10% de las promesas hechas en cada Tianguis se cumpliera, México tendría trenes turísticos de primer nivel cruzando el país, Pueblos Mágicos llenos de infraestructura moderna, y aeropuertos dignos de una superpotencia turística. Pero tras 48 ediciones, seguimos batallando con carreteras incómodas, playas erosionadas, pueblos con más cableado que encanto, y dependiendo en gran medida de los turistas extranjeros que vienen por su paquete all-inclusive. Eso sí, récord de selfies de funcionarios con trajes típicos seguramente sí hubo.

Conclusión: el tigre sigue suelto

Al final del día, el Tianguis Turístico es un gran teatro anual: un show donde todos aplauden, todos prometen y todos sueñan en grande… hasta que toca levantar la carpa. Ser sede de este evento es como ese truco de magia donde el asistente se mete con un tigre creyendo domarlo, y sale agradeciendo que solo perdió un par de plumas. “Sacarse la rifa del tigre” en el turismo mexicano significa brillar intensamente unos días y luego lidiar con las consecuencias financieras y políticas. Aun así, nadie quiere quedarse fuera de la rifa: cada año vemos nuevas candidaturas, discursos de “ahora sí, esta será la oportunidad para [inserte estado]”. La tragicomedia continúa, porque en el fondo a todos les gusta sentir, aunque sea por un momento, que llevan al tigre por la correa.

Y así seguirá la función. Acapulco aguardará su turno bienal, los estados emergentes seguirán tocando la puerta de Sectur con la ilusión de que esta vez sí nos va a redituar, y el Tianguis Turístico seguirá recorriendo México como ese tigre itinerante que ruge mucho y muerde… solo a quien se descuida. Próxima llamada: ¿quién será el siguiente valiente que se gane esta rifa? Solo el destino (y la política) lo dirán. Por lo pronto, cerramos el telón entre aplausos, risas nerviosas y uno que otro zarpazo escondido. ¡Fin de la obra… hasta el próximo Tianguis!

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