Noticias

No tiene la culpa el gringo, sino quien lo hace compadre

Publicado el

Tragicomedia sobre los chilangos generosos hasta que les traen la cuenta.

Ciudad de México, ese eterno malabarista que sueña con ser cosmopolita, abrió sus piernas, digo puertas, ventanas y hasta la despensa para recibir a los famosos “nómadas digitales”. Invitamos principalmente a estadounidenses, pero también llegaron canadienses, europeos, argentinos y otros ciudadanos globales. Los recibimos sin condiciones, prometiendo amor del bueno, una vida accesible y exótica. Ahora, en un giro típicamente mexicano, nos quejamos amargamente por haberles dado acceso ilimitado a nuestra cama. No culpes al invitado, querido lector, sino al anfitrión que no supo poner reglas claras o, de perdis, exigir un anillo de compromiso.

Acto I: Cuando el brunch asesinó cruelmente al tamal

Todo comenzó con la invasión masiva de jóvenes con barbas cuidadas, tatuajes artísticos y laptops decoradas con calcomanías internacionales. Donde antes había tamales y atole, ahora hay smoothies detox y avocado toast a precio de oro. Los vecinos originales observan incrédulos cómo sus rentas ahora se cotizan en bitcoins, mientras los nuevos residentes creen haber encontrado el último rincón auténtico del planeta porque descubrieron tortillas azules “orgánicas”. Autenticidad vendida al mejor postor global.

Acto II: El villano sin rostro: la mano invisible del mercado

¿Quién dirige esta tragicomedia inmobiliaria? La mano invisible del mercado, esa entidad neoliberal que mueve los precios de las rentas sin compasión. Airbnb floreció en esta ciudad con entusiasmo global, creando más habitaciones temporales que vecinos permanentes. El gobierno local, cegado por visiones cosmopolitas, promovió alegremente la llegada de estos visitantes internacionales sin medir las consecuencias. Ahora, con el chamaco atorado, llora lágrimas artificiales y propone soluciones con lentitud digna del peor tráfico capitalino.

Acto III: La transformación surrealista de colonias emblemáticas

La Roma y la Condesa, barrios icónicos de cultura popular, ahora parecen parques temáticos internacionales para turistas fascinados con lo “auténtico”. Pulquerías reemplazadas por cervecerías artesanales europeizadas, cantinas tradicionales convertidas en gastrobares de fusión asiático-mexicana. Casonas históricas ahora son lofts minimalistas “pet friendly” habitados por personas que sienten estar en Berlín o París, pero pagando tarifas locales. El resultado: una caricatura urbana tan grotesca que provoca risas involuntarias.

Acto IV: Mexicanos clase media-alta también quieren jugar

Pero no solo los extranjeros aprovecharon esta situación. Una nueva clase mexicana adinerada vio la oportunidad perfecta para mudarse a estas colonias, desplazando aún más a los habitantes originales. Con salarios altos, tarjetas premium y la ilusión de “ser del barrio cosmopolita”, estos nuevos vecinos mexicanos llegaron para afirmar que ellos también pertenecen al nuevo México globalizado. La ironía es evidente: el problema nunca fue la nacionalidad, sino el poder adquisitivo. Así, el México profundo quedó desplazado por un México superficial con ínfulas globalizadas.

Acto V: El efecto boomerang

Inversamente a como se ve aquí, mexicanos de altos ingresos están “colonizando” barrios prime de Madrid. En 2024, México aportó el 40 % de los 523 M€ invertidos por latinoamericanos en el mercado inmobiliario español. La misma narrativa de gentrificación que lamentamos en CDMX se reproduce allende los Pirineos de la mano de capital mexicano. ¿Quién diría que el compadre también sabría comprar castizas casas madrileñas?

Acto VI: La protesta tragicómica y el caos con guion oculto

El 4 de julio de 2025, cientos de vecinos protestaron con lemas como “Turistas go home, pero dejen sus dólares”. Lo que comenzó como reclamo legítimo degeneró en tragicomedia absurda con actos de vandalismo contra marcas internacionales. Las autoridades reaccionaron con torpeza monumental, prometiendo soluciones tan ambiguas y tardías que parecían chistes mal contados en un mal día de comedia.

Acto VII: Teorías conspirativas dignas de novela barata

Como buena historia mexicana, surgieron teorías conspirativas de manual: políticos locales acusando grupos radicales, infiltrados imaginarios y villanos ficticios, que supuestamente financiaron el caos. La realidad probablemente sea menos emocionante: vecinos legítimamente indignados y algunos oportunistas aprovechando el momento para sembrar caos. Siempre es más fácil culpar a un villano invisible que admitir la responsabilidad colectiva.

Acto VIII: El gobierno haciendo acrobacias de circo barato

La respuesta oficial fue digna del circo más modesto: discursos huecos, soluciones diferidas hasta después del Mundial (porque, claro, el fútbol es prioridad nacional) y promesas con tantas condiciones que parecían ofertas bancarias. El mensaje fue claro: la justicia social puede esperar, primero hay que recibir turistas internacionales con sonrisas fingidas. Nuestros políticos demostraron, una vez más, que su verdadero talento es entretener con sus incoherencias.

Epílogo

La tragicomedia turística de la Ciudad de México nos enseña una lección doble: primero, que señalar al extranjero es una conclusión simplista y ciertamente miope; segundo, que los verdaderos titiriteros de esta obra urbana son las políticas públicas miopes, los fondos especulativos y la desigualdad rampante. “No tiene la culpa el gringo, sino el que lo hace compadre” resume la moraleja: la vivienda debe ser un derecho, no un bien de inversión. Solo cuando reconozcamos que el drama lo protagonizan decisiones internas y no meros visitantes con laptoppodremos escribir un final donde quepan turistas, nómadas digitales y vecinos de siempre sin que uno desplace al otro.
Quizás algún día entendamos que la responsabilidad no es del invitado, sino nuestra, por convertirlo en compadre sin condiciones claras. Hasta entonces, solo nos queda reír, porque llorar ya no tiene sentido.

Te puede interesar

Salir de la versión móvil