“Viva Las Vegas”
La historia de la canción que definió el espíritu de la ciudad del espectáculo
Hay canciones que no solo hablan de una ciudad: la inventan.
“Viva Las Vegas” es una de ellas. Escrita por Doc Pomus y Mort Shuman, fue grabada por Elvis Presley en 1963 para la película del mismo nombre, y desde entonces se convirtió en el grito de guerra de una urbe que pasó de ser un oasis polvoriento a capital mundial del espectáculo. Es imposible entender Las Vegas sin escuchar ese acorde inicial de guitarra y metales que parece encender, en apenas segundos, todo el neón del Strip.
El nacimiento de un mito sonoro
La historia comienza con una producción cinematográfica modesta: Viva Las Vegas, dirigida por George Sidney y protagonizada por Elvis junto a Ann-Margret. Lo que nadie imaginó es que aquella cinta —una comedia ligera sobre carreras, amor y azar— terminaría convirtiéndose en una cápsula cultural de la ciudad más artificial y fascinante de América.
El tema principal, grabado en apenas dos tomas, condensó la esencia del “Rey del Rock” en su apogeo: la voz enérgica, el ritmo infeccioso, el optimismo sin freno.
Pero, sobre todo, una invitación a dejarse seducir por la promesa de la suerte.

“Bright light city gonna set my soul, gonna set my soul on fire” —canta Elvis—, y basta esa línea para entender el magnetismo de Las Vegas: un fuego que deslumbra y quema por igual.
La ciudad detrás de la canción
A principios de los sesenta, Las Vegas era una mezcla improbable de glamour, mafias y desierto. Los grandes hoteles-casino como el Flamingo o el Sands eran templos del entretenimiento, donde Frank Sinatra y los miembros del Rat Pack definían la elegancia de la época. Pero también era una ciudad sin reloj, donde el exceso era religión y la moral se dejaba en la puerta del casino.
Elvis Presley había sido residente habitual del Sahara Hotel y, más tarde, el ídolo absoluto del International (hoy Westgate). Su presencia en los escenarios, con sus trajes de lentejuelas blancas y su peinado perfecto, convirtió Las Vegas en un espectáculo dentro del espectáculo.
Si Sinatra era el caballero de la noche, Elvis era su dios eléctrico.

“Viva Las Vegas” no describe calles ni monumentos. No menciona el desierto ni el Strip. Pero los evoca con una potencia visual inmediata. Cada verso es una postal sonora: los dados girando, las luces reflejándose en los parabrisas de los Cadillacs, las coristas y los tragos interminables.
Es una canción que no necesita decir “casino” para hacerte escuchar el sonido de las fichas.
La doble cara del sueño
Bajo su apariencia festiva, la canción también esconde una lectura más profunda: el vértigo del riesgo.
Elvis canta con euforia, pero también con urgencia. “I’m gonna keep on the run, I’m gonna have me some fun…” suena a mantra, pero también a advertencia.
En Las Vegas, el placer y la ruina siempre se sientan en la misma mesa.

Esa ambigüedad es parte del encanto de la ciudad y del tema. “Viva Las Vegas” no juzga: celebra. No distingue entre suerte y perdición, porque ambas forman parte del juego.
Es, en esencia, una oda al instante, a ese segundo en que crees que todo puede salir bien.
El legado
Aunque en su momento no fue un éxito inmediato —ni siquiera entró en el Top 10 de Billboard—, la canción resucitó con el tiempo, como la propia ciudad. Hoy es imposible caminar por Las Vegas sin escucharla en algún punto: en las fuentes del Bellagio, en el aeropuerto McCarran, en los shows del Strip o en los anuncios turísticos que venden el sueño del desierto iluminado.

Ha sido versionada por Bruce Springsteen, ZZ Top, Dead Kennedys, The Killers y Shawn Colvin, entre muchos otros. Cada versión refleja una época distinta de la ciudad: del rock clásico al punk, del lujo al descontrol.
Pero en todas persiste la misma idea: vivir Las Vegas es rendirse al juego de ser otro por un rato.
La ciudad como escenario eterno
En su núcleo, “Viva Las Vegas” habla de reinvención.
De dejar atrás la rutina, cambiar el destino, y apostar por una nueva versión de uno mismo. Eso es exactamente lo que hace cada viajero que llega a la ciudad.
Las Vegas sigue siendo un espejismo moderno: tan luminosa como irreal, tan divertida como peligrosa.
Por eso, seis décadas después, la canción no ha envejecido. Suena cada noche mientras los turistas posan frente al cartel que dice “Welcome to Fabulous Las Vegas”, creyendo, por unos minutos, que también ellos pueden empezar de nuevo con una tirada de dados y un cóctel en la mano.

“Viva Las Vegas” no es solo una canción: es una advertencia disfrazada de fiesta.
Una invitación a perderse sabiendo que quizá ya no quieras volver.
Y es que, como decía el propio Elvis, con media sonrisa y el brillo de los focos reflejado en su chaqueta blanca:
“What happens in Vegas… stays in the song.”

