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Lo que no sabías de la Catedral de la Ciudad de México

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Hicieron falta más 246 años para construir en el Centro Histórico una de las señas de identidad de la Ciudad de México: la Catedral Metropolitana, misma que atesora lo mejor del barroco tanto en las  pinturas que resguarda como en la construcción misma.

Entre sus muros se encuentran obras de pintor mexicano Juan Correa, del destacado artista español Bartolomé Esteban Murillo y cuadros con influencia de Rubens y de la escuela flamenca.

En 1524 Hernán Cortés hizo poner la primera piedra de la catedral encima del templo de Quetzalcóatl en Tenochtitlán, pero no fue inaugurada hasta 1813, tras un largo proceso de construcción durante el cual se registraron inundaciones, incendios, saqueos y terremotos.

A pesar de que el barroco era la corriente artística predominante en Europa, esta catedral, alejada de las modas, apostó por el gótico para algunas partes de las bóvedas.

Distribución

La primera recámara en construirse fue la sacristía en donde, en 1626, comenzaron a oficiarse las primeras misas. En ese momento funcionó a modo de baptisterio o dispensario y se realizaron otras actividades hasta que se concluyó el resto del actual templo.

Un Cristo de marfil filipino ocupa la parte central de la sacristía, el lugar que la Virgen de Guadalupe ocupó durante seis años y que, a raíz de una de sus apariciones, fue trasladada a la antigua Basílica de Guadalupe. Años después, tras unas inundaciones, la talla volvió a refugiarse en la catedral, pero hoy en día se encuentra de nuevo en su basílica.

Por otra parte, fueron tantos los tesoros que llegaron hasta esta especial iglesia desde Tierra Santa, que tuvieron que levantar una capilla especial para resguardarlos. En la parte de la derecha de la Capilla de Reliquias se encuentra, oculta bajo una cruz plateada, una astilla milimétrica, supuestamente de la cruz en la que clavaron a  Cristo.

Desde China llegó la reja que rodea al coro del templo, uno de los lugares más hermosos de la sede de la Arquidiócesis Primada de México. Su órgano, ubicado en el extremo de la derecha, con 3,300 “voces” en su interior ha sido restaurado, y se asegura que genera el sonido original.

Bajo el piso de la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México y el Altar de los Reyes se localiza la Cripta de los Arzobispos, cimentada sobre la pirámide dedicada a Ehécatl-Quetzalcóatl, dios del viento.

Los primeros nichos que nos encontramos son tumbas familiares. Al fondo del pasillo, una calavera de piedra clava su mirada en nosotros: nos encontramos en la sala donde descansan todos los arzobispos que estuvieron al frente de la Iglesia en México.

Criptas

Las criptas que no tienen escudo pertenecen a arzobispos que, bien rechazaron el cargo, o murieron antes.

Una luz dorada inunda el centro del hemiciclo, donde se ubica el monumento dedicado al primer obispo y arzobispo de México, Fray Juan de Zumárraga (1468-1548).

En el monumento de este religioso converge lo que se conoce como la fusión de dos culturas, y se sostiene sobre diferentes motivos prehispánicos, tales como una calavera y una piedra de sacrificios.

De las profundidades pasamos a uno de los lugares “malditos” de este particular templo, ubicado en el mismísimo campanario. Un joven inexperto murió aplastado por una de estas campanas de dos toneladas de peso. A raíz de la catástrofe, se pintó en la campana una cruz roja en señal de su fechoría y, hoy en día, es conocida como la “Campana castigada”.

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Arqueología

Pocos saben que en el subsuelo de este recinto religioso se encuentran vestigios prehispánicos y algunos restos de arquitectura colonial, ocultos al público porque no se dan las condiciones de seguridad necesarias para su ingreso.

Sin embargo, cuatro ventanas colocadas en el suelo ofrecen una pequeña muestra de aquellos vestigios, aunque la mayoría de los turistas no se percatan de su existencia porque los vidrios quedan empañados por el polvo, la humedad y las filtraciones de la lluvia.

Cuando una de esas “ventanas arqueológicas” se abre, los curiosos se amontonan alrededor sin saber que abajo existe un tesoro subterráneo.

En las profundidades, donde impera un ambiente húmedo y caluroso, nos encontramos fragmentos de azulejos de los siglos XVII y XVIII y una escalinata de una capilla, ahora invadida por la vegetación, que supone el fin de un largo recorrido por este recinto lleno de historia.

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Como verás, la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México es un tesoro que amerita una larga visita, y si a eso le sumamos los interminables atractivos del Centro Histórico, tendremos como resultado que lo mejor es hospedarse el corazón de esta zona. Para esto, nada mejor que la inigualable ubicación y el inmejorable servicio del hotel Zócalo Central de Central Hoteles, pues se encuentra frente a un costado de la magna catedral y del vibrante zócalo ¡Simplemente el mejor lugar!

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